Si hay algo de lo que me enamoré apenas llegamos a Montevideo, fue de los 25 kilómetros de costanera! Se me iluminaron los ojos cuando la ví y recorrí por primera vez.
Siempre quise vivir en un lugar que tuviera mar, laguna, río...agua!
Me cambia el humor. Cuando salgo a caminar por la rambla, los problemas parecen cambiar de forma -se achican, se vuelven pequeños, casi imperceptibles- y ese espacio liberado se llena de sueños, proyectos y anhelos.
Se respira un aire diferente. Mi vista se recrea con el paisaje. Y mi paz interior se regocija.
Hasta debo confesar que hasta me dan ganas de hacer actividad física! Tanta gente corriendo, caminando...y se nota que lo hacen desde el pleno disfrute!...les puedo jurar que contagia! (De hecho apenas termine de escribir el post, vamos a salir a caminar 😉).
Pero para qué seguir contándoles, mejor se los muestro con más imágenes!.
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