Imagen gentileza de Picjumbo |
Antes de nacer mi hijo, estando embarazada, tenía todo lo laboral más que planificado y asegurado. El día que vi esos ojitos, apenas me lo trajeron a la habitación de la clínica, todas mis certezas se desplomaron. Mi licencia se extendió (la extendí) y cuando llegó el momento de decidir, vino a mi la gran pregunta ¿qué hago?! No me imaginaba no trabajar pero mucho menos me imaginaba dejar a mi hijo en una guardería con tan sólo 4 meses. Sentía que mi corazón no lo iba a soportar. Sabía que muchas mamás necesitan volver a su trabajo y que con el tiempo ese corazón, que parece romperse, iba a comprender que esa era la mejor opción para ese momento pero pensar de esa manera no cambiaba mi mirada...una nueva mirada que nació el mismo día que nació Ben. Yo quería seguir compartiendo mis mañanas con él, ser yo la primera que le de un beso apenas se despertara, dormir una siesta junto a él, tener la posibilidad de acompañarlo al jardín, etc. En definitiva, vivir y disfrutar de los primeros años de su vida, llenos de aprendizajes. Mi trabajo en relación de dependencia no me lo permitiría, así que charla de por medio con mi jefe, tomé la decisión de renunciar.
Pero como mencioné antes, no me veía sin trabajar. Decidí entonces apostar a mis sueños, a mis proyectos, a dejarme llevar por ese amor inmenso que tanto me inspiraba (y aún hoy lo hace). Ahí nació Willing, mi consultora especializada en temas de Coaching, PNL y Neuropsicoentrenamiento. No sabía por dónde empezar, no tenía experiencia en el trabajo freelance o autónomo. Pero nada de eso me importaba, no me importaba el tiempo que me podría llegar a llevar, estaba decidida y estaba feliz con la decisión tomada.